El primer acercamiento que tuve con la cultura portuguesa se debió a una voz que no puedo describir, pero que se quedó adentro reclamando su lugar. Fue un regalo de mi papá: un disco de Amalia Rodrigues. Eso sucedió en los años setenta y en el año dos mil nueve y casi de manera fortuita, me di a la tarea de escribir y de llevar a la escena el espectáculo de teatro-concierto titulado: La Reina del Fado. La experiencia en su totalidad fue enriquecedora. Recrear los momentos significativos de la vida de la cantante me hizo viajar, desde mi escritorio, por las angostas calles del Barrio de Alfama para acercarme aunque fuera con timidez, a la famosa palabra espiritual, cotidiana y turística de saudade y tratar de entenderla con Fados Saramagos Pessoas Lobos Antunes. Se dieron seis funciones con gran éxito. La fotografía muestra en el extremo izquierdo, a una Amalia noviando con su primer amor y al centro, vemos a otra Amalia cantando profesionalmente en un escenario que la lanza como artista internacional.
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