Frente a la hoja en blanco se sintió desolado. Escasos rayos de luna se colaban por las persianas. Las palabras eran fantasmas como inexistentes las Musas. No había remedio para tanto desierto. Fue entonces cuando comenzó a sentir su propio cuerpo. El pie derecho le punzó. Desató las agujetas de los zapatos y se colocó sus pantuflas. Al momento que los dedos de sus pies comenzaron a moverse con libertad, arribó una Musa tan pálida y tan etérea- la descarada- para dictarle apenas 457 palabras. Las frases eran incoherentes. La señorita estaba en estado inconveniente pues se había ido de juerga la noche anterior.
Leonor Azcárate
Leonor Azcárate
No hay comentarios:
Publicar un comentario