La imagen lo sometió desde el primer momento. Le hubiera gustado describir el paisaje recreado por Leonordo para después subir bordeando por el brazo hasta el hombro y llegar a la melena de la mujer y desde allí perderse en explicaciones sobre el cabello y el follaje. De nada le sirvieron los 87538 minutos frente a la hoja en blanco. Pero en el último segundo- antes de sucumbir- logró escribir lo siguiente sobre una servilleta con la que había secado los residuos del café de la mañana: A veces lo sublime no está en sintonía con la palidez de mis palabras.
Leonor Azcárate
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